martes, 24 de septiembre de 2013

El Extraño

Unos cuantos años después que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población. Desde el principio, mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y enseguida lo invitó a que viviera con nuestra familia.

El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros. Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente joven ya tenía un lugar muy especial.
Mis padres eran instructores complementarios: Mi mamá me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer. Pero el extraño era nuestro narrador. Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias. El siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia. ¡Conocía todo lo del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro! Llevó a mi familia al primer partido de fútbol. Me hacia reír, y me hacía llorar. El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba. A veces, mi mamá se levantaba temprano y callada, mientras que el resto de nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que tenía que decir, pero ella se iba a la cocina para tener paz y tranquilidad. (Ahora me pregunto si ella habra rogado alguna vez, para que el extraño se fuera.) 

Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas. Las blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa… Ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase. Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje inapropiado que a veces quemaba mis oídos y que hacia que papá se retorciera y mi madre se ruborizara.

Mi papá nunca nos dio permiso para tomar alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente. Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se vieran distinguidas. Hablaba libremente (quizás demasiado) sobre sexo. Sus comentarios eran a veces evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos.

Ahora sé que mis conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi adolescencia por el extraño. Repetidas veces lo criticaron, mas nunca hizo caso a los valores de mis padres, aun así, permanecio en nuestro hogar. Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia. Desde entonces ha cambiado mucho; ya no es tan fascinante como era al principio.

No obstante, si hoy usted pudiera entrar en la guarida de mis padres, todavía lo encontraría sentado en su esquina, esperando por si alguien quiere escuchar sus charlas o dedicar su tiempo libre a hacerle compañía...

¿Su nombre? Nosotros lo llamamos Televisor... ¡Ahora tiene una esposa que se llama Computadora y un hijo que se llama Celular! 

Anónimo

La concentración y la piedad


Un joven, preso de la amargura acudió a un monasterio en Japón y le expuso a un anciano maestro:

- Querría alcanzar la iluminación, pero soy incapaz de soportar los años de retiro y meditación. ¿Existe un camino rápido para alguien como yo?

- Te has concentrado a fondo en algo durante tu vida? preguntó el maestro.

- Solo en el ajedrez, pues mi familia es rica y nunca trabajé de verdad.
El maestro llamó a un monje. Trajeron un tablero de ajedrez y una espada afilada.

- Ahora vas a jugar una partida muy especial de ajedrez. Si pierdes te cortaré la cabeza con esta espada; y si por el contrario ganas, se la cortaré a tu adversario.

Empezó la partida. El joven sentía las gotas de sudor recorrer su espalda, pues estaba jugando la partida de su vida. El tablero se convirtió en el mundo entero. Se identificó con él y formó parte de él. Empezó perdiendo, pero su adversario cometió un desliz. Aprovechó la ocasión para lanzar un fuerte ataque, que cambió su suerte. Entonces miró de reojo al monje.

Vió su rostro inteligente y sincero, marcado por años de esfuerzo. Evocó su propia vida, ociosa y banal... y de repente se sintió tocado por la piedad. Así que cometió un error voluntario y luego otro... Iba a perder.

Viéndolo, el maestro arrojó el tablero al suelo y las piezas se mezclaron.

- No hay vencedor ni vencido -dijo-. No caerá ninguna cabeza.

Se volvió hacia el joven y añadió: Dos cosas son necesarias: la concentración y la Piedad. Hoy has aprendido las dos.

Los 83 mandamientos de Alejandro Jodorowsky

  1. No mires con disimulo, mira fijamente. 
  2. Cuando te enfermes, en lugar de odiar ese mal, considéralo tu maestro. 
  3. No olvides a tus muertos, pero dales un sitio limitado, que les impida invadir toda tu vida.
  4. En el lugar donde habites, consagra siempre un sitio a lo sagrado.
  5. Fija tu atención en ti mismo, se consciente en cada instante de lo que piensas, sientes, deseas y haces.
  6. Termina siempre lo que comenzaste. 
  7. Haz lo que estás haciendo lo mejor posible.  
  8. No te encadenes a nada que a la larga te destruya. 
  9. Desarrolla tu generosidad sin testigos.  
  10. Trata a cada persona como si fuera un pariente cercano. 
  11. Ordena lo que has desordenado.  
  12. Aprende a recibir, agradece cada don. 
  13. Cesa de autodefinirte.  
  14. No mientas ni robes, si lo haces te mientes y robas a ti mismo. 
  15. No desees ser imitado.  
  16. Haz planes de trabajo y cúmplelos. 
  17. No ocupes demasiado espacio.  
  18. No hagas ruidos ni gestos innecesarios. 
  19. Si no la tienes imita la fe.  
  20. No te dejes impresionar por personalidades fuertes. 
  21. No te apropies de nada ni de nadie.  
  22. Reparte equitativamente. 
  23. No seduzcas. 
  24. Come y duerme lo estrictamente necesario. 
  25. No hables de tus problemas personales. 
  26. No emitas juicios ni criticas cuando desconozcas la mayor parte de los hechos. 
  27. No establezcas amistades inútiles. 
  28. No sigas modas. 
  29. No te vendas. 
  30. Respeta los contratos que has firmado. 
  31. Sé puntual. 
  32. No envidies los bienes o los éxitos del prójimo. 
  33. Habla sólo lo necesario. 
  34. No pienses en los beneficios que te va a procurar tu obra. 
  35. Nunca amenaces. 
  36. Realiza tus promesas. 
  37. En una discusión ponte en el lugar del otro. 
  38. Admite que alguien te supere. 
  39. No elimines, sino transforma. 
  40. Vence tus miedos, cada uno de ellos es un deseo que se camufla. 
  41. Ayuda al otro a ayudarse a sí mismo. 
  42. Vence tus antipatías y acércate a las personas que deseas rechazar. 
  43. No actúes por reacción a lo que digan bueno o malo de ti. 
  44. Transforma tu orgullo en dignidad. 
  45. Transforma tu cólera en creatividad. 
  46. Transforma tu avaricia en respeto por la belleza. 
  47. Transforma tu envidia en admiración por los valores del otro. 
  48. Transforma tu odio en caridad. 
  49. No te alabes ni te insultes. 
  50. Trata lo que no te pertenece como si te perteneciera. 
  51. No te quejes. 
  52. Desarrolla tu imaginación. 
  53. No des órdenes solo por el placer de ser obedecido. 
  54. Paga los servicios que te dan. 
  55. No hagas propaganda de tus obras o ideas. 
  56. No trates de despertar en los otros emociones hacia ti como piedad, admiración, simpatía, complicidad. 
  57. No trates de distinguirte por tu apariencia. 
  58. Nunca contradigas, solo calla. 
  59. No contraigas deudas, adquiere y paga enseguida. 
  60. Si ofendes a alguien, pídele perdón. 
  61. Si lo has ofendido públicamente, excúsate en público. 
  62. Si te das cuenta de que has dicho algo erróneo, no insistas por orgullo en ese error y desiste de inmediato de tus propósitos. 
  63. No defiendas tus ideas antiguas sólo por el hecho de que fuiste tú quien las enunció. 
  64. No conserves objetos inútiles. 
  65. No te adornes con ideas ajenas. 
  66. No te fotografíes junto a personajes famosos. 
  67. No rindas cuentas a nadie, sé tu propio juez. 
  68. Nunca te definas por lo que posees. 
  69. Nunca hables de ti sin concederte la posibilidad de cambiar. 
  70. Acepta que nada es tuyo. 
  71. Cuando te pregunten tu opinión sobre algo o alguien, di solo sus cualidades. 
  72. Cuando realices un servicio, no resaltes tus esfuerzos. 
  73. Si decides trabajar para los otros, hazlo con placer. 
  74. Si dudas entre hacer y no hacer, arriésgate y haz. 
  75. No trates de ser todo para tu pareja, admite que busque en otros, lo que tú no puedes darle. 
  76. Cuando alguien tenga su público no acudas para contradecirlo y robarle la audiencia. 
  77. Vive de un dinero ganado por ti mismo. 
  78. No te jactes de aventuras amorosas. 
  79. No te vanaglories de tus debilidades. 
  80. Nunca visites a alguien sólo por llenar tu tiempo. 
  81. Obtén para repartir. 
  82. Ayuda a tu prójimo sin hacerlo dependiente. 
  83. Si estas meditando y llega un diablo, pon ese diablo a meditar…

El anciano

Un anciano que pasaba los días sentado en un banco de la plaza que estaba a la entrada del pueblo, era muy querido por sus vecinos y siempre contestaba con mucha sabiduría a cualquier pregunta que le hicieran.
Un día, un joven se le acercó y le preguntó:


– Hola, señor, acabo de llegar a este pueblo, ¿Me puede decir, cómo es la gente de este lugar?
– Hola hijo, ¿De dónde vienes? Preguntó el anciano.
– De un pueblo muy lejano.
– Dime, ¿Como es la gente allí?
– Son egoístas, envidiosos, malvados, estafadores… por eso me fui de aquel lugar en busca de mejores vecinos.
– Lamento decírtelo, querido amigo, pero los habitantes de aquí son iguales a los de tu ciudad.
El joven, lo saludó y siguió viaje.

Al siguiente día pasó otro joven, que acercándose al anciano, le hizo la misma pregunta:
– Acabo de llegar a este lugar, ¿Me podría decir cómo son los habitantes de esta ciudad?
– ¿Cómo es la gente de la ciudad de dónde vienes?
– Ellos son buenos, generosos, hospitalarios, honestos, trabajadores… tenía tantos amigos, que me ha costado mucho separarme de ellos.
– Los habitantes de esta localidad también son así. Respondió el anciano.
– Gracias por su ayuda, me quedaré a vivir con ustedes.
Un hombre que también pasaba muchas horas en la misma plaza, no pudo evitar escuchar las dos conversaciones y cuando el segundo joven se fue, se acercó al anciano y le preguntó:

– ¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes si los dos jóvenes te hicieron la misma pregunta?
–  En realidad todo está en nosotros mismos. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquellas personas que tenían amigos en su ciudad de origen, también los encontrarán aquí, porque las personas reciben aquello que ellas mismas están dispuestas a dar a los demás.

"Todo lo bueno y lo bello de la vida que necesitas, lo llevas dentro de ti. Tú simplemente déjalo salir, compártelo con los demás y cuando menos te lo esperes regresará a tu vida"





Un granjero tenía cachorros para vender

Un niño con una amplia sonrisa le dijo:

- Señor, quiero comprarle uno de sus cachorritos.
 
El granjero, le respondió:

- Estos cachorros son de raza, y cuestan bastante dinero.

- He conseguido treinta y nueve centavos ¿es esto suficiente?

- Seguro, dijo el granjero, comenzando a silbar y a gritar, “Dolly, ven aquí”.
Dolly salió corriendo de su casilla y bajó la rampa seguida de cuatro pequeñas bolas de piel. Los ojos del niño danzaban de alegría. Entonces de la casilla salió, a hurtadillas, otra pequeña bola, ésta era notablemente más pequeña. Se deslizó por la rampa y comenzó a renguear en un infructuoso intento por alcanzar al resto. 

El niño apretó su carita contra la cerca y gritó con fuerzas:

- ¡Yo quiero a ése!, señalando al más pequeño.

El granjero le dijo:

- Hijo, tú no quieres a este cachorrito. Él nunca podrá correr y jugar contigo de la forma en que tú quisieras.

Al oír eso, el niño bajó la mano y lentamente se subió el pantalón en una de sus piernas. Le mostró una prótesis de doble abrazadero de acero a ambos lados de su pierna, que iba hasta un zapato especial. Mirando al granjero, le dijo:

- Como usted verá, señor, yo tampoco corro tan bien que digamos, y él necesitará a alguien que lo comprenda.

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