viernes, 11 de octubre de 2013

Tremenda pelea de sombras

Taichi Saotome, el bailarín del teatro japonés kabuki, gana rápida popularidad en Youtube gracias al video "Sword Dance and Shadowgraph" (El sable y una silueta de sombra). El joven de 20 años es muy conocido y tiene un número considerable de fans por "onnagata", un hombre que posee el don de de interpretar papeles femeninos. Pero el video, que se difunde rápidamente por las redes sociales, revela otra faceta de su maestría: con una "catana" (un sable japonés) se defiende contra muchos enemigos con forma de sombra que están proyectados en la pantalla, detrás del actor. Es una actuación interactiva con una imagen generada por computador. La producción se grabó en el Teatro Galaxy de Tokyo, Japón este mes de enero.
Taichi Saotome proviene de una familia teatral y desde su niñez la pasó entre las tablas del escenario. "Su maestría refinada y gestos pulidos provocan el deseo pararlos para contemplarles infinitamente. Sus movimientos son más que graciosos, son efímeros, como si volara sin límite de un escenario a otro. Y, hay que tener en cuenta, que todo esto lo ejecuta con un kimono pesado con una cola larga", destaca la bloguera Alvdis N.Rutien de mith.ru.

Su mirada lánguida, y la maestría excepcional manejando los abanicos, ya han conquistado muchos corazones en Japón. Ahora Taichi Saotome edita los álbumes con sus retratos e interpreta numerosos programas teatrales. Además se le puede ver en dos películas de Takeshi Kitáno, "Zatoichi" y "Takeshis". Su repertorio incluye música tánto folklórica, como pop y hasta del grupo Metallica.

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Impresionante baile que volará tu mente

Esta audición sorprende a los jurados del popular programa America´s Got Talent, ya que este personaje hace pasos increíbles e imposibles, pero para él, un asiático que llega con actitud despistada y un poco torpe, los pasos de baile comunes no son lo suyo. Ver para creer.

La Pregunta en el Examen

Durante mi segundo semestre en la escuela, nuestro profesor nos dió un examen sorpresa.
Yo era un estudiante consciente y leí rápidamente todas las preguntas, hasta que leí la última:

¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?

Seguramente este era algún tipo de broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Ella era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero, ¿cómo iba yo a saber su nombre?

Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco.

Antes que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del exámen.

Absolutamente, dijo el profesor.

En sus carreras ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes!!!. Ellos merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y digan: ¡Hola!

Yo nunca olvidé esa lección... También aprendí que su nombre era Elena.

El Niño y la Mesera

En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa.

La mesera puso un vaso de agua en frente de el.

- ¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuates? preguntó el niño.

- Cincuenta centavos, respondió la mesera.

El niño saco su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.

- ¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar. (En ese momento habían algunas personas que estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente).

- Treinta y cinco centavos, dijo ella bruscamente.

El niño volvió a contar las monedas.

- Quiero el helado solo, dijo el niño.
La mesera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se fue.

El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costo tragar saliva con lo que vió... Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, habían veinticinco centavos... Su propina!

¡Jamás juzgues a alguien solo por las apariencias! y ¡siempre considera que aquellos a quienes sirves pueden darte una sorpresa!



El Cofre de Vidrio


Érase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.

Las manos le temblaban tanto, que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta.

Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.

El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos:

- No quieren estar conmigo ahora; se decía...
 

- Tienen miedo de que yo me convierta en una carga.

Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.

A la mañana siguiente, fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último, fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera.

El anciano llevó el cofre a su casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina.
Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies, y mirando bajo la mesa preguntaron:

- ¿Qué hay en ese cofre?

El anciano respondió:

- ¡OH nada! Sólo algunas cosas que he ahorrado.

Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo. Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años susurraron. Deliberaron y decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así custodiar el "tesoro".

La primera semana el hijo menor se mudó a la casa del padre, lo cuidó y le cocinó. A la semana siguiente, lo reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el hijo mayor. 

Así siguieron por un tiempo.

Al fin el anciano padre enfermó y falleció. Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues creían que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo.

Cuando terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.

- ¡Qué triquiñuela tan infame! exclamó el hijo mayor ¡Qué crueldad para con sus hijos!
 

- ¿Pero, qué podía hacer? - preguntó tristemente el segundo hijo
 

- Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días. Estoy avergonzado de mí mismo
 

- Sollozó el hijo menor -. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que él nos enseñó cuando éramos pequeños.

El hijo mayor muy enojado, volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios, y los desparramó en el suelo hasta vaciar el cofre.

Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro y leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo: "Honrarás a tu padre y a tu madre"

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