viernes, 31 de enero de 2014

Muchas maneras

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba rotundamente que su respuesta era absolutamente acertada.

Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen y decía: Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro.

El estudiante había respondido: 

"Llevo el barómetro a la azotea del edificio y le ato una cuerda muy larga.Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio."

Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudio, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.

Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.

Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: tomo el barómetro y lo lanzo al suelo desde la azotea del edificio, calculo el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la fórmula altura = 0,5 por A por t^2. Y así obtenemos la altura del edificio. En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.

Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo: tomas el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del Edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio. Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?

Si, contestó, éste es un procedimiento muy básico para medir la altura de un edificio, pero también sirve. En este método, tomas el barómetro y te situás en las escaleras del edificio, en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura.

Este es un método muy directo.Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.

En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de precisión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del portero Cuando abra, decirle: "Señor portero, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo".

En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nóbel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. 

Fue, fundamentalmente, un innovador de la teoría cuántica. Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.

El aprendiz de brujo

En un inmenso castillo vivía un hechicero que se dedicaba al estudio de las fórmulas mágicas. No permitía que nadie fuera a visitarlo y sólo aceptaba la compañía de su joven ayudante, Daniel, un jovencito moreno y espigado que no entendía lo que hacía su maestro.

En una ocasión, el mago tuvo que salir a un largo viaje en busca de plantas para una fórmula secreta. Antes de partir le hizo recomendaciones a Daniel: no debía abrir la torre donde él trabajaba, ni tocar sus libros. También le encargó que limpiara algunas habitaciones del castillo.

- Es una gran responsabilidad, pero sé que podrás cumplirla - le dijo.

Los primeros días Daniel siguió las instrucciones. Pero dos semanas después comenzó a sentir fastidio por las tareas de limpieza. Así que una tarde subió a la torre. Sobre la mesa halló el libro con las anotaciones del mago. Emocionado por pensar podía ser un hechicero, se puso la túnica de éste y, subido en un banquito de madera, comenzó a leer. No entendía las palabras, pero las pronunció en voz alta sin darse cuenta que eran mágicas. De repente, la escoba y el balde se presentaron y se pusieron a sus órdenes.

Daniel se asustó un poco, pero pensó aprovechar la situación. Para limpiar tenía que cargar agua, y le daba flojera. Así que les dio instrucciones de hacerlo. El balde y la escoba iban y venían, iban y venían. Después de algunas vueltas ya había agua suficiente y Daniel les pidió que no trajeran más. Pero como sólo entendían palabras mágicas no le hicieron caso y siguieron trabajando.
 
Al cabo de un rato el agua cubría el piso y corría escaleras abajo. Llenó las habitaciones e inundó el castillo pero el balde y la escoba no se detenían. El líquido le estaba llegando al cuello y los objetos del laboratorio flotaban a su alrededor.

- "¡Auxilio!" gritó el joven aprendiz.

En ese instante apareció el brujo. Vio lo que estaba pasando y pronunció las palabras necesarias para resolverlo. El hechizo se detuvo y pronto todo estuvo bajo control. Instantes después el mago reprendió a Daniel: "Antes que aprender magia y hechicería, tienes que aprender a cumplir con las responsabilidades que se te encomiendan".

Adaptación de "El alumno de magia" de Johann Wolfgang von Goethe.

El viejo alquimista

Hace tres siglos, en el antiguo reino de Birmania, se casó una pareja de enamorados. Wong, el chico, cumplía de sobra con los requisitos impuestos por Míster Wu, el padre de la novia, llamada Su-Yi. El matrimonio era muy feliz, pero a los dos años todo cambió. Wong se encerraba días enteros en su taller, junto al granero. Además cada día gastaba más dinero sin que Su-Yi supiera en qué. 

Como ambos habían prometido siempre ser sinceros, un día se decidió a preguntarle qué ocurría.

- ¿En qué gastas tanto dinero Wong? ¿Por qué siempre andas desvelado?

- Soy alquimista, querida —respondió Wong.

- ¿Y qué es eso? —preguntó la esposa— nunca oí hablar de algo así.

- Estoy indagando la fórmula para convertir cualquier material en oro. He gastado nuestros ahorros para montar un laboratorio y paso las noches leyendo antiguos manuales.

Su-Yi se quedó muy pensativa y, al día siguiente, fue a visitar a su padre para contarle lo ocurrido.

- ¿Conque alquimista… hmmm? Dile que venga a verme porque de joven yo también fui alquimista y hallé el ingrediente secreto para obtener oro —aconsejó el señor.

Intrigado cuando su esposa le narró esto, Wong fue corriendo a ver a su suegro. 

- ¿Cuál es el ingrediente, Míster Wu? Ándele, dígame, dígame, dígame —le suplicó.

- El ingrediente secreto —dijo el señor Wu— es el polvito plateado que cubre las hojas de los árboles que dan plátanos. Se necesitan dos kilogramos.

- ¡Imposible: eso exige cientos de plantas! —exclamó Wong.

- Por eso yo no pude lograrlo, pero tú sí podrás —lo animó Míster Wu.

Wong gastó el último dinero que le quedaba en un terreno. Labró la tierra, y sembró las plantitas de plátano, que cuidaba a diario. Les quitaba los bichos y las hojas secas. Con un fino pincel retiraba el polvillo plateado; pero era tan escaso, que Wong tuvo que comprar más tierras y sembrar más plátanos. Así pasaron años hasta que reunió los dos kilos.

- ¡Lo tengo, lo tengo, lo tengo! —le anunció Wong.

- Te calmas, te calmas, te calmas. Para enseñarte el método ve corriendo por tu esposa. Los alquimistas necesitan la ayuda de una mujer —le pidió Míster Wu.

- La hermosa Su-Yi hizo su entrada a escena.

- ¿Para qué me mandaste llamar don Míster padre? —preguntó ella.

- Para que le cuentes a tu don Míster marido Wong qué has estado haciendo con los plátanos de sus árboles —explicó papá.

- Pues los voy vendiendo y de eso vivimos —aclaró la chica.

- ¿Y guardaste algo de dinero? —quiso saber el padre.

- Pues claro que sí.
- ¿Y puedo verlo?
- Desde luego. Pero ni se te ocurra pedirme prestado, porque no eres buen pagador.

Su-Yi fue a la habitación de al lado y regresó con una docena de pesadas bolsas llenas de monedas de oro. Míster Wu las fue dejando caer sobre el piso. Luego trajo un costal de tierra, lo vació y comparó los dos montones.
 
- ¿Lo ves? —preguntó a Wong— lograste convertir la tierra en oro.

Todos se quedaron callados y luego estallaron en carcajadas al reconocer la inteligencia de Míster Wu. La familia fue próspera y feliz gracias al ingenio de don Míster viejo alquimista que, por cierto, halló la fórmula de recuperar y conservar la juventud (a base de ricos licuados con el polvito plateado) y vive hasta la fecha: él nos contó esta historia.
 
Fuente: Cuento tradicional de Myanmar.

La flor de la Honestidad

Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en un Reino lejano, un Príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado Rey, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. 

Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe, pero pensaba que su hija no estaría a la altura del desafío. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración.

Sin poder creerlo le preguntó: “¿Hija mía, qué vas a hacer allá?. Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza, sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura”.

Y la hija respondió: “No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Todo parece indicar que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca de mi amado Príncipe. Esto me hará feliz”

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el Príncipe anunció el desafío: “Daré a cada una de ustedes una semilla, aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses, será escogida por mí, esposa y futura Reina”.
La propuesta del Príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, además de las costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, pero cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.

Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del Príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas, tamaños y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa.

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el Príncipe explicó: “Ésta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en mi Esposa y Reina: La flor de la honestidad, todas las semillas que entregué eran estériles”.

REFLEXIONEMOS
 
Maravilloso relato, ¿no?. En tiempos donde lo importante parecen ser los resultados, los logros, el éxito, lo visible, cultivar el valor de la honestidad parece un valor perdido, el cual casi hemos olvidado, somos capaces de inventar los más variados argumentos para excusarnos, por no decir me equivoqué, para ser humildes y reconocer que otros tienen la razón, o para decir no sé acerca de esto.

Opinamos sobre todo, juzgamos a todos… La “viveza”, hoy en día comparada con la habilidad, se ha convertido en un valor, encubriendo la mentira, el engaño, la falta de honestidad para con nosotros mismos y los demás. La verdad, la sinceridad, la humildad… no son virtudes exacerbadas en las comiquitas para niños, ni en las publicidades para adultos.

Nuestra sociedad ha confundido el significado de la palabra ÉXITO.

Si he terminado mi día siendo leal a mí mismo, sin traicionar mis creencias, mis sentimientos y apegándome a los principios para quedar bien u obtener resultados… ése ha sido un día de éxito. Puedes hacer de este, un día exitoso… De ti depende.”

Fuente: www.renuevodeplenitud.com

Las percepciones del Rey


Un poderoso rey encontró finalmente el amor. Su joven esposa tenía todas las condiciones que un hombre pudiera desear en la vida. Además de ser hermosa y atractiva, era alegre y entusiasta, con un corazón amoroso siempre abierto a ayudar a los demás. El amor fluía entre ellos como en pocas ocasiones se había visto.
 

En los actos protocolares ella caminaba orgullosa a la par del rey. Muy alagado el monarca pensaba: “Cuánto me quiere. Ella sabe que el protocolo indica que debe permanecer detrás de mí, que mis súbditos pueden ir a prisión si no hacen eso, sin embargo ella me ama tanto que siempre quiere estar a mi lado”.

En cierta ocasión, ella se disponía a comer una manzana. Era la última que quedaba y tenía un brillo que la hacía realmente apetitosa. En eso llegó el rey y al ver aquella fruta resplandeciente manifestó su deseo de comerla. Ella lo miró con dulzura, le dijo que era la última que quedaba pero que no tenía problema en compartirla. Tomó un cuchillo, la cortó en dos y de inmediato le ofreció una de las mitades a su esposo. El monarca pensó: “Cuánto me quiere. Ella es capaz de compartir lo que sea conmigo. Que suerte he tenido”.

Pasaron unos años antes que se presentaran problemas en la pareja. Tras un fuerte altercado, ella se retiró del amplio salón en el que discutían, dejando al Rey solo. De inmediato el soberano mandó a llamar a su consejero para quejarse amargamente de su esposa.

- Ella nunca me quiso – decía lleno de rabia -, cada vez que tenemos un acto protocolar es incapaz de permanecer detrás de mi, siempre se pone a mi lado y olvida que yo soy el monarca y que nadie puede ponerse a la par del rey. Es una insolente, no me ama, no respeta la dignidad de mi majestad. Lo que siempre quiere es brillar ella por encima de mí.

- Pero su majestad – alcanzó a decir el consejero.

- No me interrumpa – gritó el rey –. Definitivamente ella dejó de amarme hace mucho tiempo. Recuerdo aquella vez que llegué hambriento, solamente había una manzana y ella fue incapaz de dármela. Lo único que alcanzó a hacer fue cortarla en dos y darme el trozo más pequeño. Que insolencia, tratar así al Rey, ¿no se da cuenta que ella es sólo un súbdito? He mandado a cortar muchas cabezas por mucho menos que eso. Y las quejas continuaron por mucho tiempo…

REFLEXIONEMOS: Un hecho puede ser visto desde distintas perspectivas por una misma persona dependiendo de su estado de ánimo y/o de la condición emocional en que se encuentra. ¿Cuántas veces hemos dejado que un pésimo estado de ánimo o una mala actitud mental desvirtúe la belleza, las virtudes y las bondades de quienes tenemos a nuestro lado?

25 hechos para arrepentirse cuando sea anciano

Con las celebraciones de fin de año llegan los agüeros, las metas para el próximo año y los balances.

Según el sitio ‘BuzzFeed’ hay 37 cosas de las que seguramente se arrepentirán la mayoría de jóvenes en algunos años, estos son algunos hechos de los que debería sacar partido:
  1. No viajar cuando tuvo la oportunidad
  2. No aprender otro idioma
  3. Permanecer en una mala relación
  4. No usar bloqueador solar
  5. El miedo a hacer cosas
  6. Hacer de la pereza una forma de vida
  7. No dejar un trabajo que odia
  8. No esforzarse en el colegio o universidad
  9. Tener miedo de decir “te amo”
  10. No seguir los consejos de los padres
  11. Darle importancia a lo que otros piensan
  12. Guardar rencores, especialmente con aquellos que ama
  13. No hacer cosas desinteresadas por los demás
  14. Descuidar los dientes
  15. Pasar tiempo con los abuelos
  16. Trabajar en exceso
  17. No saber cocinar al menos un buen plato
  18. No poder terminar lo que empezó
  19. No jugar lo suficiente con sus hijos
  20. No tomar riesgos
  21. Preocuparse demasiado
  22. No pasar suficiente tiempo con los seres queridos
  23. No ser agradecido con la vida
  24. Estar atrapado en dramas innecesarios
  25. No tomarse el tiempo necesario para obtener contactos
Fuente: Elespectador.com. Foto: 123.rf./http://www.buzzfeed.com

Tres parábolas para pensar y actuar

La mayoría de los guías espirituales y los sabios ha valorado el hechizo de las historias o las parábolas para compartir su sapiencia. En estos días tan agitados, sé más espiritual y saca tiempo para aprender o desaprender algo con estas tres parábolas:

A. La profesora solicitó a los niños que llevaran un lápiz con borrador y les pidió observarlo muy bien. Después de un rato les dijo con amor, veamos las cinco lecciones que nos enseña un lápiz: lo más valioso no está afuera, está adentro, es el grafito que nos permite escribir o dibujar. Lo aparente no es lo más importante; el lápiz, como todas nuestras acciones, deja una huella. Hay que actuar bien para que esa huella sea positiva; el lápiz trae una goma para borrar los errores, son parte de la vida. El perdón es caucho que cancela los agravios; un sacapuntas es necesario para que el lápiz funcione bien. Quien te ama te pule y ayuda, aunque te duela, y al lápiz lo guía una mano, y cada ser actúa mejor cuando busca una guía sabia para seguir el camino recto. Esa sabia guía ante todo viene de Dios, pero también de seres iluminados que están allí para darnos luz.
 
B. El mago inició su show y deslumbró a todos con sus geniales y asombrosos trucos. María estaba allí encantada, pero ese día la magia la puso a pensar en algo importante: “este mago descresta porque ha practicado inimaginables veces, y su destreza es el fruto de miles y miles de ensayos. ¡Ah, hoy lo veo claro, uno de mis errores es esperar que mi vida cambie fácil, por arte de magia!”. Mientras el ilusionista hacía aparecer o desaparecer personas y objetos, Mary se decía a sí misma: “no es con artificios, sino con un compromiso, como puedo dejar mis malos hábitos y adquirir otros buenos. Un guía o un seminario me pueden ayudar, pero no van a hacer magia, esa solo la puedo hacer yo misma”. El show terminó, pero ese día Mary asumió unos compromisos de mejoramiento y empezó un proceso que la llevó a transformar su vida paso a paso.
 
C. Naces en una cama casi cuadrada, en una habitación cuadrada, en un hospital cuadrado. Estás sobre una sábana casi cuadrada, sobre un colchón cuadrado. Te llevan a una casa y pieza cuadradas, con varios cuadros y una ventana cuadrada. Creces en medio de cosas cuadradas, en una ciudad con cuadras, y estudias con libros cuadrados en un salón cuadrado. Te enseñan a cuadrarte en filas, a cuadrar los números y a no descuadrarte en tus notas. Te cuadras con una pareja y en tu economía buscas que todo cuadre antes de ser enterrado en una tumba, en parte, cuadrada. ¡Ojo, en el cuerpo humano y en la naturaleza lo que predomina es lo circular, no lo cuadrado! ¿Tu vida es rígida y poco creativa? Sé flexible y elástico, no seas rígido ni terco.

Gonzalo Gallo González - Escritor - Conferencistacharleschaplin@oasisgonzalogallo.com

Nadie

Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona la vida, con una sola rectificación. ni alcanza altura con un solo vuelo.

Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.

Nadie recoge cosechas sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra.

Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones. Ni se mete en el barco sin temerle a la tempestad. Ni llega al puerto sin remar muchas veces.

Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas. Ni recoge rosas sin sentir sus espinas.

Nadie hace obras sin golpear sobre su edificio. Ni cultiva amistad sin renunciar a si mismo.

Nadie llega a la otra orilla  sin haber ido haciendo puentes para pasar.

Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.

Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible.

Nadie reconoce la oportunidad hasta que esta pasa por su lado y la deja ir.

Nadie debe vivir sin cambiar, ver cosas nuevas, experimentar otras sensaciones, y tener la capacidad de corregir sus errores.

Nadie tiene el derecho de consumir el amor o la amistad  de las personas si uno mismo no la produce.

Nadie puede intercambiar un apretón de manos con el puño cerrado.

Urgente



Urgente
... Es una palabra con la que vivimos día a día en nuestra agitada vida y a la cual le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.
Urgente... Es la manera más pobre de vivir sobre este mundo, porque el día que nos vamos, dejamos pendientes las cosas que verdaderamente fueron urgentes.
Urgente... Es que hagas un alto en tu ajetreada vida y por un instante te veas y te preguntes: ¿qué significado tiene todo esto que hago?
Urgente... Es que te detengas y veas... cuán grande eres!
Urgente... Es que cuando camines por la calle, levantes la vista, voltees y mires a tu alrededor; observa el cielo, los árboles, las aves... ¡a la gente!
Urgente... Es que seamos más humanos... más hermanos!
Urgente... Es que sepamos valorar el tiempo que nos pide un niño.
Urgente... Es que una mañana, te levantes temprano y veas salir el sol, siente su calor y dale gracias a Dios por tan grande regalo.
Urgente... Es que te sientas vivo en cuerpo y alma!... que veas tus brazos, tus piernas, tu cuerpo, tu inteligencia, y de verdad, ¡ vibres con la vida que te ha regalado el Padre celestial !
Urgente... Es que te tomes un instante en tu trabajo, salgas y respires profundo; y sientas como el aire llena tus pulmones... estas vivo!
Urgente... Es que le digas a la gente que la quieres, cuanto la amas hoy, no esperes hasta mañana.
Urgente... Es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano, que no puede echar el tiempo atrás, que todo lo hizo.

Estrellas de mar

En ciertos lugares del mundo, existen playas que, después que baja la marea, quedan cubiertas por millones de estrellitas de mar, totalmente indefensas, ya que todavía no han desarrollado su caparazón. Su delicada piel no soporta el calor del sol y terminan muriendo.

Un día, caminando por la playa, reparé en un niño que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez…

Tan pronto como me aproximé, me di cuenta de que el niño recogía a las frágiles estrellitas de mar y una a una las arrojaba de nuevo al mar.

Intrigado, le pregunté por qué estaba haciendo eso y me respondió:

- Estoy devolviendo estas estrellas de mar al agua. Como ves, la marea es baja y si no las arrojo rápido, morirán aquí deshidratadas.

- Entiendo, le dije, pero debe haber millones de estrellitas de mar sobre la playa y nunca podrías devolverlas a todas. ¡Son demasiadas! Quizás no te hayas dado cuenta de que esto mismo sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa, ¿acaso no estás haciendo algo que no tiene sentido?

El niño sonrió, se inclinó, tomó una estrellita de mar y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió:

- Para ésta sí tuvo sentido… para ésta y ésta también. El hombre sonrió, se inclinó, tomó una estrella de mar, mientras decía y para ésta… y ésta…

Otras personas que estaban observando y escuchando lo que sucedía, tomaron la misma actitud. En un momento eran cientos. Se podía escuchar desde lejos como un coro que decía: Y ésta… y ésta…

Cada acto de amor que hagamos a nuestros seres queridos, amigos, compañeros de trabajo, conocidos o no, es una estrellita que devuelves al mar…

Sé que en este mundo complicado y materialista, un solo gesto de ternura y solidaridad tal vez no alcance. Pero si nos sumamos, como en la playa, lograremos que millones de almas en este mundo puedan tener una esperanza de vida y vivir en paz.

El Saco de Plumas

Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:

- Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?
A lo que el hombre respondió:
- Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas.

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas. 

Volvió donde el sabio y le dijo: 

-  Ya he terminado
a lo que el sabio contestó:
- Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas. 

El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna. Al volver, el hombre sabio le dijo:

- Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste. Cometer errores es de humanos y de sabios pedir perdón.

No perdonar es una condena a su propio Infierno



Rosa Argentina Rivas, autoridad en el tema del perdón, explica cómo superar el dolor y el rencor.

Existen muchas frases sobre el valor del perdón. Pero tal vez una de las más famosas y acertadas la pronunció el célebre poeta inglés Samuel Johnson: “Un hombre sabio procurará siempre perdonar, porque sabe lo que es el valor de la vida y no permitirá que ésta pase con un dolor que es totalmente innecesario”.

La mexicana Rosa Argentina Rivas, psicoterapeuta clínica, fundadora y presidenta de la Asociación Latinoamericana de Desarrollo Humano, es una autoridad internacional en temas como el manejo del estrés y el perdón. En junio del 2012 publicó el libro ‘Saber perdonar, paz y libertad’ (editorial Urano), que ha convertido en todo un best seller.

Según ella, quien no perdona está condenado a vivir en su propio infierno, atrapado en el dolor. Reconoce que el dolor y el rencor son sentimientos difíciles de superar, pero está convencida de que nada ni nadie pueden –ni se merecen- ser imperdonables. En entrevista con EL TIEMPO dice que “el perdón es un favor para ti, para nadie más”.

¿Por qué es tan difícil perdonar?

Una de las razones por las que se nos dificulta perdonar es porque no entendemos qué significa perdonar. Existe una terrible confusión, pues muchos piensan que perdonar es justificar lo que la otra persona ha hecho, dejarlo pasar o seguir tolerando una situación. Y esto nos lleva a una confusión muy grande porque, obviamente, hay cosas que son injustificables. Y a veces no perdonamos porque indirectamente pensamos que a través de ello estamos cobrando algún tipo de venganza. Hay gente que, al no perdonar, siente que tiene control sobre el otro. Sobre todo cuando esa otra persona le pide que le perdone.
Pero es que hay cosas que parecen imperdonables…

Ese es una de los argumentos de los que no perdonan: ¿Cómo voy a perdonar, si lo que me hicieron es imperdonable? Creo que hay actos completamente deleznables, que no se deben tolerar, pero no hay nada que no sea imperdonable. Te reitero: el perdón es un favor para ti mismo.

¿Por qué perdonar es un favor para uno?

El perdón es un acto personal, de tu interior; cuando perdonas no estás liberando al otro, te estás liberando a ti mismo. Las personas que guardan rencores en la vida se quedan atrapadas en el pasado, y curiosamente se convierten en esclavas de aquellos que los lastimaron, aunque ya no existan en su vida, e incluso, hayan muerto. ¿Quién es el que realmente sufre las consecuencias del rencor? La otra persona sigue su vida como si nada hubiera pasado y puede llegar a ignorar por completo cómo te sientes. Pero tú eres el que quedas atrapado en un círculo de malos sentimientos.

¿Pero acaso no hay derecho a sentir rabia, a odiar, sobre todo cuando nos han causado tanto dolor?

Todos tenemos derecho a odiar, como tenemos derecho a hacer una cantidad de cosas que a la larga nos perjudican. El odio es un sentimiento que destruye a la persona. Tu odio te lleva a una constante planeación de venganzas, que en la mayor parte de las ocasiones no vas a lograr cristalizar y que te generarán simple frustración. Y aún en el caso de que pudieras ejercer alguna venganza, sabes que te la van a devolver, y se generará una escalada de violencia que nunca va a parar, y vivirás literalmente en el terror.

¿Y qué pasa con ese sentimiento de querer desquitarse?

¿Tenemos derecho de golpear al otro? Bueno, tengo mi libertad, puedo hacer con ella lo que quiera. Pero, ¿qué consecuencias vas a pagar? El odio es de las peores cosas que le pueden pasar al ser humano, porque te paralizan la vida. Una persona que odia se ha cerrado a horizontes nuevos y está completamente cerrada a la posibilidad de confiar, de volver a amar. Pero perdonar no significa que debas seguir tolerando lo mismo.

Perdonar, pero no tolerar. ¿A qué se refiere?

En una pareja, por ejemplo, si hay violencia intrafamiliar, se puede llegar a una separación. Y por más que la persona me diga: ¡perdóname!, y de que yo lo perdone, eso no significa que tengamos que seguir juntos. La gente se confunde pensando que el perdón significa seguir tolerando lo intolerable y eso no es verdad. Yo perdono, tú coges tu camino, y yo el mío. No tenemos por qué continuar juntos y eso se da en la pareja y en todos los contextos.

¿Qué piensa de la frase "yo perdono, pero no olvido"?

Tú no puedes olvidar lo que te ha sucedido. Y ese es otro error del concepto del perdón. Hay quienes no perdonan porque dicen que no pueden olvidar. ¡Claro que nunca vas a olvidar! El cerebro graba absolutamente todo, sobre todo aquello que tiene un alto contenido emocional. Hay gente que con solo recordar un evento se le sube el color a la cara, empuña las manos, se le retuerce el estómago y quisiera matar. Ahí no hay perdón.

¿Qué hay que hacer entonces con el recuerdo?

Intentar olvidar es perder el tiempo: tienes que perdonar. El perdón te va ayudando a sanar la herida y hará que el recuerdo ya no te provoque ni esa ira, ni esa tristeza, ni esa desilusión. Pero el perdón es lo que antecede esa situación. La gente que está tratando de olvidar, para llegar a perdonar, nunca va a perdonar, porque nunca va a olvidar.

¿Cómo manejar la mente?

Tienes que dominar tu pensamiento, porque mientras le sigas dando vueltas en la cabeza al mismo problema, te sigues calentando. Tienes que ejercer un control sobre tus imágenes y tus palabras; como lo relato en mi libro, debes evitar la famosa narrativa dolorosa: contar una y otra vez lo que te hicieron. Eso no te resuelve el problema: lo hace cada vez más doloroso y profundo. Hay que practicar diferentes pasos, donde entran fenómenos como la comprensión, cómo encontrarle un sentido a la ofensa, de qué manera crezco yo con lo que me ha sucedido y cómo me puedo convertir en una mejor persona con esa experiencia.

El perdón en los asuntos de pareja suele ser muy complicado…

Sí, pero cualquier persona adulta puede decir: hasta aquí, no quiero seguir viviendo en esta casa, asumo los riesgos de enfrentar mi vida solo, o sola, pero esto se acaba. Pero si la persona te dice: ¡Por favor, perdóname! Le podrás responder: ‘Por supuesto que te perdono, rencor no te voy a guardar porque no me voy a desbaratar la vida, pero eso, a seguir viviendo contigo, son dos cosas distintas’. Perdonar no significa cambiar una decisión. Esa es la manera con la que los chantajistas abusan.

¿Y quiénes son los chantajistas, qué pasa con ellos?

La persona que ofende y lastima es, en el fondo, una persona insegura y débil. Los mayores golpeadores, en el caso de las familias, son hombres inseguros, tan inseguros que se atreven a decirle a una mujer: ‘Si te vas, te mato’, con lo cual demuestran el terror que les produce la idea de ser abandonados. La violencia siempre es signo de una inseguridad muy grande, y en ese sentido hay que tratar de entender un poco a la otra persona, aunque te parezca incomprensible. Pero recuerda: comprender no significa justificar.

¿Cómo manejar el perdón en los temas familiares?

Hay cosas que los padres pueden hacer con sus hijos: violencia hacia ellos y violencia hacia la esposa, que afecta profundamente a los niños. Pero la pregunta es: ¿De qué te sirve guardar un rencor? ¿Puedes resolver un problema a través de ello? La respuesta es siempre no. Ahora, ¿quién se queda con la amargura? Eres tú. Ya bien sea con un padre que te pegó o que abusó de ti, o con una pareja que te engaña, ¿quién es el que realmente sufre las consecuencias del rencor? Solo tú.

Pero esos "dolores" familiares suelen ser muy difíciles de superar…

¡Claro! Hay hermanos que resultan ser tus peores enemigos, o cosas que te hicieron tus padres y te siguen doliendo. Pero, ¿quién te ha dicho que tienes la obligación de seguir con una relación que te está violentando? Ahí nuevamente está el concepto equivocado de perdón, y esa es la razón por la cual no damos el paso. El perdonar no te exime de poner límites. Por ejemplo: las cenas de Navidad. Hay personas que siguen yendo a pesar de que saben que el tío se emborracha, el abuelo trata de abusar de una de las nietas, los padres se pelean o los hermanos discuten. Saben que esa es la rutina anual, y vuelven. Lo mejor, en ese caso, es tomar distancia.

Usted también trata el tema del perdón en el ambiente laboral…

Si estás en una convivencia laboral, donde no está en tus manos poner ciertos límites, lo que sí puedes hacer es propiciar un diálogo donde pongas límites personales: esto se vale, esto no se vale. Y tomar distancia. Podemos trabajar con una persona y ser colaboradores en equipo, pero eso no significa que tengamos que tener una amistad cercana, sobre todo con alguien que nos ha lastimado y que nos puede seguir lastimando. Porque si no perdonas, aún en el ambiente laboral, la vida se te convierte en un infierno. Pasas ocho o más horas de tu vida en tu trabajo.

¿En qué momento hay que buscar ayuda profesional?

Cuando sientas que la vida se te volvió un infierno. Hoy existen varias terapias sobre el perdón, y está comprobado que independientemente de la línea que sigas a nivel terapéutico, el perdón es indispensable, porque te libera.

¿En qué momento hay que acudir a Dios o a una ayuda espiritual?

Si eres creyente -yo lo soy- debes tener confianza en Dios, porque hay cosas que no entendemos por qué nos han sucedido. El dolor sigue siendo un misterio, porque un Dios bueno y misericordioso jamás va a mandar dolor. El dolor lo padecemos por nuestras malas decisiones, por nuestra fragilidad, porque somos perecederos, y por el mal uso que hacemos de nuestra libertad, porque permitimos que abusen de ella. El dolor es un fenómeno, pero si lo ponemos en manos de Dios, con el sincero deseo de sanar, Dios cura todas las heridas. Y el tiempo, ni qué decir.

¿Qué consejos prácticos daría para aprender a perdonar?

Busca un desahogo, alguien con quien hablar. No te tragues los sentimientos. Toda emoción que reprimes, eventualmente, crece dentro de ti. Si es tristeza, llora y busca a alguien con quien llorar. Si es enojo, busca algo a quien puedas expresarle lo que sientes, y como decimos en México, con quien puedas ‘mentar madres’. Y que puedas desahogar esa cólera que tienes, pero sin violencia. Muchas veces no perdonamos porque no reconocemos que nos han lastimado, porque se notaría que somos frágiles y no queremos que la gente se dé cuenta de eso.

Usted dice en su libro que no hay que estar hablando todo el tiempo sobre ese dolor…

¡Claro! Hay que dejar de estar hablando de lo que te hicieron, porque eso constituye una narrativa del dolor que, lejos de sacarte de ella, te hunde cada vez más. Deja de estarle contando a medio mundo: ‘¡Es que tú no sabes lo que me hicieron, fue terrible, es imperdonable!’. No. Lo que te hicieron ya te lo hicieron y eso no lo vas a poder cambiar. Lo que necesitas es perdonar a quien te lo hizo.

¿Cómo saber que ya hemos perdonado?

Cuando una persona ha perdonado te puede relatar una experiencia del pasado como el que te relata una historia. Ya no se le mueve nada, permanece tranquilo. Y dice: pues sí, efectivamente me pasó esto: mi pareja me hizo esto, mi padre, mi hijo, mi jefe o mi compañero de trabajo, y te lo cuenta como el que te cuenta una historia, casi, como en tercera persona. En ese momento habrás perdonado.

Fuente: eltiempo.com/JOSÉ ALBERTO MOJICA PATIÑO/Redacción Vida de Hoy

Un Nudo de Amor





En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres y madres de aquella comunidad fueran trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños.

Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en forma humilde, que él no tenia tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo. Cuando regresaba del trabajo era muy tarde y el niño ya no estaba despierto. Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia.

Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse acercándose a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su presencia, él hacía un nudo en la punta de la sabana que lo cubría. Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo.

Cuando el hijo despertaba y veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. El nudo era el medio de comunicación entre ellos.

La directora se emocionó con aquella singular historia y se sorprendió aún más cuando constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela.
El hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse entre sí.
Aquel padre encontró su forma, que era simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía, a través del nudo afectivo, lo que su papá le estaba diciendo.
Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que nos olvidamos de lo principal, que es la comunicación a través del sentimiento.

Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban, para aquel hijo, muchísimo más que regalos o disculpas vacías. Es válido que nos preocupemos por las personas, pero es más importante que ellas lo sepan, que puedan sentirlo.

Para que exista la comunicación es necesario que las personas "escuchen" el lenguaje de nuestro corazón, pues, en materia de afecto, los sentimientos siempre hablan más alto que las palabras. Es por ese motivo que un beso, revestido del más puro afecto, cura el dolor de cabeza, el raspón en la rodilla, el miedo a la oscuridad.

Las personas tal vez no entiendan el significado de muchas palabras, pero saben registrar un gesto de amor. Aunque ese gesto sea solamente un nudo: Un nudo lleno de afecto y cariño...


10 frases budistas que pueden cambiar tu vida

E l budismo es una de las religiones más antiguas que aún se practica y una de las que más seguidores tienen, aproximadamente unos 200 mi...