- Aaaguaa.
- Pobre hombre, parece que quiere agua, rápido, traigan un pellejo -reclamó uno que parecía el jefe.
- Un pellejo no, por Dios -interpeló otro-, no tiene fuerzas para beber en un pellejo, ¿no se dan cuenta? Tráiganos una botella y un vaso para que pueda hacerlo cómodamente.
- ¿Un vaso de cristal? ¿Estás loco o qué te pasa?
- Protestó otro de los presentes-. ¿No ves que lo cogerá con tanta ansia que puede romperlo y dañarse? ¡Traigamos un cuenco de madera!
- Aaaguaa... susurró el moribundo.
- Creo que ustedes se han vuelto locos -agregó un cuarto hombre-. ¿Es que acaso no recuerdan que tenemos un vino excelente? Siempre lo reanimará más un buen vaso de vino que el agua. ¡Traigamos el vino!
- Beebeeer -imploró el sediento con sus últimas fuerzas.
- Pero ¿es que de verdad piensan darle de beber aquí a pleno sol? Antes tenemos que ponerlo a la sombra; yo tengo ciertos conocimientos de medicina y les digo que este hombre está ardiendo de fiebre y agotado. Llevémoslo a la caravana y pongámoslo en una cama -intervino otro de los presentes.
A los mercaderes no les dio tiempo a discutir más, aquel hombre acababa de fallecer en sus brazos.
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