Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano se acercaban para condolerse con él y lamentar su desgracia, el anciano les repitió:
- ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?.
Una semana después, el caballo volvió con una manada de caballos salvajes.
Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió:
- ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?
Cuando el hijo del labrador intento domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia.
No así, el labrador se limitó a decir:
- ¿Mala suerte? ¿Buena Suerte? ¿Quién sabe?
Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo.
Había sido ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Este relato de Anthony de Mello, ilustra también el conocido dicho de la sabiduría popular de que "no hay mal que por bien no venga". En muchas ocasiones, lo que de momento nos parece una verdadera catástrofe, a la larga produce frutos que nunca hubieramos imaginado que llegarían. La vida tiene un propósito y las cosas siempre pasan por una razón.
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