jueves, 22 de enero de 2015

¿Que es lo que más desea una mujer en el mundo?

El rey había salido a cazar con su séquito, entre los que se encontraba Sir Gawain. Arturo se mete solo en el bosque matando un ciervo y en ese momento se le aparece un hombre corpulento que toma la muerte del ciervo y otras cuestiones anteriores, como una afrenta.

Este hombre, en lugar de darle muerte de inmediato a Arturo, decide perdonarlo si en el plazo de un año el rey vuelve al mismo lugar con esta pregunta resuelta:

¿Que es lo que una mujer más desea en el mundo?

Apenado pues corre riesgo su vida, Arturo le cuenta lo sucedido a Gawain, que decide ayudarlo emprendiendo ambos una larga travesía a caballo hacia reinos y tierras extrañas, hacia el norte, el sur, el este y el oeste preguntando a todos los hombres y las mujeres que encontrasen.

El rey tomó un camino, y Gawain tomó otro, Y preguntaron a hombres, mujeres, y a otros, ¿qué es lo que las mujeres desean con más afán?. Algunos dijeron que les gusta estar bien adornadas, algunos dijeron que les gusta que las alaben galantemente; algunos dijeron que les gusta un hombre rijoso, que las tome en sus brazos y que las bese luego; algunos dijeron una cosa; algunos dijeron otra. Y así Gawain hubo muchas respuestas.

Faltando aún un mes para dar la respuesta apropiada a quien le perdonaría la vida, y temiendo que el libro con todas las respuestas no contuviera la apropiada, el rey montó su caballo y se metió en el bosque.

Allí se encontró con la bruja más fea que la Humanidad haya visto nunca: Cara bermeja, nariz llena de mocos, boca ancha, dientes amarillos y que asomaban sobre el labio, un pescuezo largo y flaco, tetas pesadas y caídas. Pero a sus espaldas llevaba un laúd y estaba montada en un caballo adornado ricamente. Parecía una reina.
Doña Ragnell era el nombre de la bruja. Y a bocajarro le dice a Arturo que ninguna de las respuestas que obtuvo, es la correcta. Le ofrece su ayuda a cambio de que le dé en matrimonio al apuesto Gawain.

Arturo se desespera pues no era plan para su mejor caballero casarse con semejante bruja, pero consultándolo con Gawain éste accede.
Así, el rey obtiene la respuesta correcta de manos de Doña Ragnell:

- “Señor, ahora sabréis lo que las mujeres más desean de cuanto existe: Respecto de los hombres deseamos, más que cualquier cosa, tener la soberanía”.
Con esto salva su vida, pero ahora debe casar públicamente a la bruja horrorosa con su querido sobrino, Gawain, y ella no se conformaba con una boda modesta. Llegado el día de la boda, todos los habitantes lamentaban el destino de Gawain y se horrorizaban las damas llorando en sus cámaras. En el banquete Ragnell no se anduvo con chiquitas: comió y bebió y eructó a lo bestia… y todos temían por la vida de Gawain llegado al lecho nupcial.

Esa noche, ya en la cama, sir Gawain no pudo al principio decidirse a dar vuelta su rostro para quedar frente al hocico poco apetitoso de su consorte. Pero después de un rato, ella le dijo:

- “¡Ah, sir Gawain, puesto que soy casada con vos, mostradme vuestra cortesía en el lecho Si yo hubiera sido hermosa, no os comportarías de esa manera; no das cuenta ninguna del lazo conyugal. Por consideración a Arturo, besadme por lo menos; os lo ruego, hacedlo por mí, vamos, mostrad lo apasionado que podéis ser!”.

El cumplido caballero y leal sobrino del rey apeló a todo su coraje y gentileza.

- Haré más, dijo con toda amabilidad, y se giró hacia ella. Y vio que era la mujer más sobremanera hermosa que jamás había visto nadie. Ella dijo:

- ¿Cuál es vuestro deseo?

- ¡Por Jesucristo!, dijo él  ¿Quién sois?

- Señor, dijo ella, soy vuestra esposa…. mi belleza no durará. Podéis tenerme así, pero tan sólo la mitad del espacio del día. Y vos debéis elegir si preferís tenerme hermosa de noche y fea de día ante los ojos de los hombres, o hermosa de día y fea de noche en la alcoba.

- Ay, replicó Gawain, la elección es difícil. Teneros hermosa de noche y sólo entonces, apenará mi corazón; pero si decidiera teneros hermosa de día, entonces, de noche tendré un lecho de piedra. Quisiera elegir lo mejor; sin embargo, no sé qué decir. Querida señora, que sea como vos más lo deseéis; dejo la elección en vuestras manos. Mi cuerpo y mis bienes, mi corazón y todo lo demás, son vuestros, para hacer de ellos lo que queráis, tomarlos o dejarlos: ¡así lo juro ante Dios!.
Ah, loado sea Dios, caballero, porque ahora quedo libre de mi encantamiento, y me tendréis hermosa y atrayente de día y de noche.
Fuente: H.Zimmer “El rey y el cadáver” Cuentos psicológicos sobre la conquista del mal. Ed.Marymar. 1977

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