El rey había salido a cazar con su séquito, entre los
que se encontraba Sir Gawain. Arturo se mete solo en el bosque matando
un ciervo y en ese momento se le aparece un hombre corpulento que toma
la muerte del ciervo y otras cuestiones anteriores, como una afrenta.
Este hombre, en lugar de darle muerte de inmediato a Arturo, decide perdonarlo si en el plazo de un año el rey vuelve al mismo lugar con esta pregunta resuelta:
¿Que es lo que una mujer más desea en el mundo?
Apenado pues corre riesgo su vida, Arturo le cuenta lo sucedido a Gawain, que decide ayudarlo emprendiendo ambos una larga travesía a caballo hacia reinos y tierras extrañas, hacia el norte, el sur, el este y el oeste preguntando a todos los hombres y las mujeres que encontrasen.
El rey tomó un camino, y Gawain tomó
otro, Y preguntaron a hombres, mujeres, y a otros, ¿qué es lo que las
mujeres desean con más afán?. Algunos dijeron que les gusta estar bien
adornadas, algunos dijeron que les gusta que las alaben galantemente;
algunos dijeron que les gusta un hombre rijoso, que las tome en sus
brazos y que las bese luego; algunos dijeron una cosa; algunos dijeron
otra. Y así Gawain hubo muchas respuestas.
Faltando aún un mes para dar la
respuesta apropiada a quien le perdonaría la vida, y temiendo que el
libro con todas las respuestas no contuviera la apropiada, el rey montó
su caballo y se metió en el bosque.
Allí se encontró con la bruja más fea
que la Humanidad haya visto nunca: Cara bermeja, nariz llena de mocos,
boca ancha, dientes amarillos y que asomaban sobre el labio, un pescuezo
largo y flaco, tetas pesadas y caídas. Pero a sus espaldas llevaba un
laúd y estaba montada en un caballo adornado ricamente. Parecía una
reina.
Doña Ragnell era el nombre de la bruja. Y
a bocajarro le dice a Arturo que ninguna de las respuestas que obtuvo,
es la correcta. Le ofrece su ayuda a cambio de que le dé en matrimonio
al apuesto Gawain.
Arturo se desespera pues no era plan
para su mejor caballero casarse con semejante bruja, pero consultándolo
con Gawain éste accede.
Así, el rey obtiene la respuesta correcta de manos de Doña Ragnell:
- “Señor, ahora sabréis lo que las
mujeres más desean de cuanto existe: Respecto de los hombres deseamos,
más que cualquier cosa, tener la soberanía”.
Con esto salva su vida, pero ahora debe
casar públicamente a la bruja horrorosa con su querido sobrino, Gawain, y
ella no se conformaba con
una boda modesta. Llegado el día de la boda, todos los habitantes
lamentaban el destino de Gawain y se horrorizaban las damas llorando en
sus cámaras. En el banquete Ragnell no se anduvo con chiquitas: comió y
bebió y eructó a lo bestia… y todos temían por la vida de Gawain llegado
al lecho nupcial.
Esa noche, ya en la cama, sir Gawain no
pudo al principio decidirse a dar vuelta su rostro para quedar frente al
hocico poco apetitoso de su consorte. Pero después de un rato, ella le
dijo:
- “¡Ah, sir Gawain, puesto que soy
casada con vos, mostradme vuestra cortesía en el lecho Si yo hubiera
sido hermosa, no os comportarías de esa manera; no das cuenta ninguna
del lazo conyugal. Por consideración a Arturo, besadme por lo menos; os
lo ruego, hacedlo por mí, vamos, mostrad lo apasionado que podéis ser!”.
El cumplido caballero y leal sobrino del rey apeló a todo su coraje y gentileza.
- Haré más, dijo con toda amabilidad, y
se giró hacia ella. Y vio que era la mujer más sobremanera hermosa que
jamás había visto nadie. Ella dijo:
- ¿Cuál es vuestro deseo?
- ¡Por Jesucristo!, dijo él ¿Quién sois?
- Señor, dijo ella, soy vuestra esposa….
mi belleza no durará. Podéis tenerme así, pero tan sólo la mitad del
espacio del día. Y vos debéis elegir si preferís tenerme hermosa de
noche y fea de día ante los ojos de los hombres, o hermosa de día y fea
de noche en la alcoba.
- Ay, replicó Gawain, la elección es
difícil. Teneros hermosa de noche y sólo entonces, apenará mi corazón;
pero si decidiera teneros hermosa de día, entonces, de noche tendré un
lecho de piedra. Quisiera elegir lo mejor; sin embargo, no sé qué decir.
Querida señora, que sea como vos más lo deseéis; dejo la elección en
vuestras manos. Mi cuerpo y mis bienes, mi corazón y todo lo demás, son
vuestros, para hacer de ellos lo que queráis, tomarlos o dejarlos: ¡así
lo juro ante Dios!.
Ah, loado sea Dios, caballero, porque
ahora quedo libre de mi encantamiento, y me tendréis hermosa y atrayente
de día y de noche.
Fuente: H.Zimmer “El rey y el cadáver” Cuentos psicológicos sobre la conquista del mal. Ed.Marymar. 1977
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